1. Hablar sin objetivo.
El que no sabe para dónde va, no sabe si ya llego. Hablar sin objetivo
es hablar por hablar. El orador debe estar claro de que busca con sus palabras,
que espera lograr en la audiencia, la oratoria no es la simple exposición de un
tema, la oratoria va más allá. El tema por extenso que sea debe fundamentarse
en un objetivo principal y otros complementarios, no son palabras al azar,
explicaciones tediosas ni planteamientos tras planteamientos sin parar. Si al
hablar en público no estamos claros del objetivo que persiguen nuestras
palabras, nuestra participación no tendrá valor.
2. Alargar el final.
La oratoria son tres pasos, párate, habla y cállate, muchos bisoños
expositores tienen problemas con este último paso, por lo que muchas veces
deslucen la presentación con su poca habilidad de cerrar el tema y pierden muy
buenas oportunidades de callar y despedirse. Un ponente que anuncia su
conclusión y no cierra en verdad, por el contrario retoma aspectos del tema,
para luego anunciar nuevamente su despedida y prolongarse de nuevo una y otra
vez, deja un sinsabor en la audiencia. Recuerde el final debe ser emotivo, sublime
y preciso.
3. Atacar al público.
El público vino a escuchar a un orador, ya eso es un hecho para
agradecer. El orador entre sus valores debe tener el de la vocación de servicio
a sus oyentes. Atacar a uno del público es atacar a todos, evite engancharse en
una discusión con un participante de la audiencia, usted les habla a todos no
uno solamente, si entre el público hay participantes conversando entre sí,
ocupado en otras cosas no reclame, no olvide que si los participantes están
atento a otros elementos que no son sus palabras es signo de que dejamos de ser
interesantes para ellos, recupere su atención no la exija.
4. Sentirse superior
El orador es un servidor, un guía, un amigo, un mensajero. El ego es el
peor enemigo de un orador, el público es el que le da sentido a su presencia y existencia, cuando entendemos esto esos
aires de superioridad desaparecen. Evite hacer alusión constante a sus títulos,
gran experiencia, alardear de su trayectoria, eso no agrega valor, creer lo
contrario es ser víctima del ego que con argumentos justificados quiere lucirse
y logra ante el público deslucir. La humildad es de gran valor al hablar en
público. Recuerde en la oratoria el que se cree estrella se estrella.
5. Subestimar al público.
Dos cabezas piensan más que una decía mi padre y es cierto, así que
todas esas mentes en la audiencia son una avalancha de pensamientos, una
inteligencia colectiva. Evite dar explicaciones obvias, es mejor ejemplificar,
no acostumbre a querer después de una historia con moraleja aclarar la moraleja
con una explicación tediosa, eso quita el encanto al cuento, es tan negativo
como explicar un chiste así le quitamos toda la gracia. Espere siempre de su público
lo mejor.
6. Ser inflexible.
Un entrenamiento en el arte de la oratoria nos da una mente y conducta
flexible, la inflexibilidad no es afín a las artes, el orador es creativo,
ocurrente, con una capacidad genial de improvisación, todo esto producto de la
práctica del arte de la palabra hablada, eso le da una capacidad de adaptarse a
la audiencia y luego guiarla hacia sus ideas y planteamientos. Ser inflexible
con el público y el tema nos aparta de poder calar en nuestros escuchas.
7. Ser aburrido.
Nada aniquila más el interés que la monotonía, nuestro planteamiento
debe hacerse de manera interesante, nuestro tono de voz debe ser entusiasta,
nuestros movimientos acorde con nuestras palabras. Mientras transcurre una
exposición el público se hace reflejo del orador, si la audiencia esta aburrida
tenga plena seguridad que el orador la contagio. No existen temas aburridos,
existen oradores aburridos.
El público no asiste a escuchar a un orador solo por la información, de
ser así podría leerla, pero la experiencia de oírla de un verdadero orador no
es la misma, el público espera mucho más, espera conocer, sentir, descubrir,
ampliar y vibrar con la información o mensaje y sabe que eso solo puede ser
posible, escuchando a un expositor que posea “El Don de Orador”.
Yael Jiménez Alvarado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario